En Costa Rica existen cerca de 1,4 millones de persona menores de edad, con anhelos, esperanzas, con un sinfín de preguntas y la necesidad de ser protegidos, orientados y guiados para el desarrollo futuro.
Desde el enfoque de derechos, recordamos que nuestros hijos e hijas se desenvuelven en ambientes, que esperamos, propicien su crecimiento en distintas habilidades, herramientas y adquieran con cada etapa de su vida, mayor independencia en las acciones que realizan, en las decisiones que toman y en su relación con el entorno en que se encuentran.
De esta manera, podemos apuntar, que ambientes que permitan un desarrollo integral desde la primera infancia, permiten al tiempo, que los niños y niñas, sean más autónomos en gestionar sus intereses y en el ejercicio de sus derechos. Nos referimos a autonomía progresiva, con la capacidad del ser humano, desde sus primeras etapas de vida, de ir adquiriendo mayor independencia.
Para que esto sea posible, el ambiente de crecimiento debe ser óptimo, y por esto entendemos, que sean espacios donde la crianza cumple un papel de orientación, de protección, disciplina positiva y enfoque de ternura. Es por ello que, dentro de la celebración de día de la niña y el niño, queremos pensar en la crianza con ternura, un enfoque que permite celebrar el amor y esa capacidad del ser humano para expresar e interactuar de unos con otros, buscando el bienestar y el cuidado de ambos, para afirmar la integridad y dignidad de cada persona.
La crianza con ternura, requiere de un corazón elástico, es decir, reconocer que, si en mi experiencia de vida, existen huellas de violencia, que me han marcado profundamente, debo hacer una introspección y sanar, par así, una vez reparado, ser capaz de dar algo distinto a lo yo recibí, no voy a replicar las acciones que me marcaron, por esto no voy a marcar con dolor a mis hijos e hijas.
La ternura no es sobreproteger, o ser permisivo, es en realidad, una forma de una forma de libertad y desarrollo personal del otro.
La peor de las justificaciones es la que comúnmente escuchamos de: “Te pego porque te quiero”, así vamos enseñando que el amor es sufrimiento, es represión y dolor. Todo lo contrario, el amor es libertad, es valoración, es dignidad.
La ternura es una experiencia que se vuelve expansiva, se cultiva desde las relaciones primarias entre padres, madres y cuidadores y los niños y las niñas y se extiende a todos los espacios de la sociedad. Las relaciones de ternura no tienen límites de edad, género o lugar, sino que son para todas las personas, de todas las edades y en todos los espacios.
La crianza con ternura presenta diferentes opciones de relacionarse con el niño y niña, desde una posición más horizontal, más empática, basada en los intereses y necesidades de ambos. No quiere decir que no haya limites o permitimos hacer lo que los niños y niñas quieren, como muchas personas piensan, es más bien, una propuesta en la que el adulto es un mentor en la vida del niño y la niña, da un acompañamiento cercano en la relación, educando con paciencia, con amor, explicando las razones, las consecuencias, y permitiendo que los niños y niñas formen su criterio y tomen las mejores decisiones.
Por supuesto, es un proceso, pero en el largo plazo es la mejor alternativa, contrario a la faja o el miedo (que la respuesta la vemos de inmediato, pero cuando los chicos crecen, ya no funciona, los chicos pierden el temor y cuando son adolescentes ya no hacen caso ni entienden razones).
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Expresión del afecto: por medio de las caricias, el juego y la expresión verbal.
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Atender y contener: cuando el niño o la niña desborda sus emociones es necesario estar presentes para apoyarles cómo pueden contener esa emoción.
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En la crianza con ternura no existe espacio para palabras o gestos hirientes, tampoco para palabras que descalifican a las utilizando frases como «no vales la pena», «eres inútil o incapaz».
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Mirar atentamente cuando nuestros hijos/hijas nos hablan, Reír juntos, dialogar .
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Enseñar la bondad por medio del ejemplo, tal como brindar apoyo a una persona ante alguna necesidad.
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Trasmitir el valor por las personas independientemente de su condición social, económica, de edad, salud o por sus capacidades, respetando la diversidad de opiniones.
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Alimentamos el ser: se habla desde lo positivo de la persona. Por ejemplo: Eres un niño muy inteligente y creativo.
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Decir qué no me gustó de la conducta y si es posible, rescatar acuerdos previos que hayamos tenido. Hoy mentiste cuando te pregunté quién había quebrado el adorno y ya habíamos acordado que siempre es necesario decir la verdad, a pesar de las consecuencias. ¿Qué puede pasar la próxima vez? Tomar acuerdos juntos.
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Cómo me hizo sentir la situación y qué emociones experimenté. Eso me hizo sentir enojada y triste.
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Recibimos la retroalimentación: Entonces ¿qué me entendiste que debemos hacer la próxima vez que ocurra una situación similar?